Buenas tardes, Mamen y José Enrique,
Hace unas semanas, animado por Joan Iborra y José Luis Pérez, decidí escribir unas palabras para este momento. Acepté el reto sin pensar que, para aquellos que no somos profesionales de la escritura, no existe mayor soledad que la de enfrentarnos a un papel en blanco e intentar plasmar en él los sentimientos que en nosotros despierta un amigo verdadero y admirado.
Necesitaba ayuda. Así que, como un escalador en apuros, eché mano de la mochilamágica que todos llevamos a cuestas, esa mochila casi ingrávida que, aunque no notemos su peso, contiene los remedios que hemos ido coleccionando a lo largo de toda una vida, la mochila que tan sólo abrimos en casos de extrema necesidad.
En ella, junto a las arrugas de unas viejas manos y miles de caricias indelebles, junto a los hechos y las palabras que dejan huella, encontré a dos fieles compañeras: la música y la poesía. Y, tomándome de la cintura, me condujeron a una composición extremadamente sencilla: discreta en el fondo, simple en la forma. Ante mi asombro, se dirigieron a mí en estos términos:
Casi siempre, sencillo es sinónimo de sublime. Baste el ejemplo con el que, a diario, José Enrique nos ilustra. Haz un esfuerzo e imagínate un viaje a La Argentina y una conversación con un cantor al que admiras. Allá, bajo la luna de Tucumán, hallarás lo que buscas.
Y así, siguiendo sus directrices, al Río de la Plata me fui y nació esta milonga que no podía llevar otro título: Milonga pa’ José Enrique.
Sólo me resta decir que el cantor que encontré en la noche tucumana fue Facundo Cabral y que, hoy, David González me ayudará a realizar esta amigable travesía.
Para todos vosotros: Milonga pa’ José Enrique..
Juanjo Castelló
(Alicante, 2 de mayo de 2.014)